"Soy pájaro en mano. Tú ciento volando."

... antes de que te des por vencida.

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- Iría andando a verla, le metería dos ostias, y le diría: "Imbécil, soy lo que buscas, ¿no lo ves? pregunta quién te daría todo hoy, esta noche, ya mismo, a cambio de nada. Si encuentras algo mejor, me piraré. No eres consciente de que no existen las princesas, y que Blancanieves se hizo la muerta, no hay principes todopoderosos, y Aladín no tenía más que un buen creador. No hay mundo ideal, ni contigo ni sin tí, y las alfombras no vuelan. Además, si frotas una lámpara, probablemente solo le sacarás brillo. Eso por no hablar de los que vencen a monstruos, no somos capaces de vencer el miedo, ni nuestras diferencias, y vamos a matar a un dragón. Despierta, esto es aquí y ahora, mañana igual me habré pirado. Piensa que es la única vida, que podemos compartir."
+ Muy ético.
- Las cosas claras, y el chocolate espeso.

Domingos..

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Los domingos por la tarde siempre es pronto,
se convierten en los días blancos de la semana.

Es tarde para quedarse, pero pronto para irse,
y si cierras los ojos, ves lo que te dejaste en el cajón de la izquierda.
Ese en el que guardabas lo que querías olvidar,
y nunca funcionaba.

Con los pies fríos no se piensa bien[1],
pero si no tienes chimenea, poco se puede hacer.
Es entonces cuando escribes sin pensar,
y salen letras desordenadas, y versos inacabados.

Pero los dejas ahí, asimétricos, con la esperanza –inútil–
de arreglarlos en algún otro rato.
Probablemente un domingo.


[1] Referencia a la canción “Estrella polar” de Pereza.

...

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He encerrado mis ganas de ti en el cajón de la izquierda,
normalmente se me olvida todo lo que guardo allí.

Los días de la semana se entrecruzan formando tu silueta,
entre el martes y el miércoles te haría el amor.
Los viernes jugaría a quitarte la ropa,
y como la semana se me quedaría corta,
empezaría otra vez,
así cada día, cada semana, cada mes.
¿El resto de mi vida? puede ser.

A veces me miento, me digo que no te necesito,
y hay momentos que incluso me lo creo.
Inocente sed, inútil querer.

Puede que algún día –todo puede ser–
llegue alguien que te quiera diferente,
pero pongo la mano en el fuego –la izquierda–
que jamás nadie lo hará como lo he hecho yo.
Y hablo de las maneras.

No creo –no tengo fe en ello–
que alguien haya rimado tus versos.
Ni creo –sigo sin fe–
que puedas olvidar todo aquello.
Igual me quemo,
y pierdo la mano izquierda.

Los que saben de esto –que son pocos y no los conozco–
dirían que hoy estoy en desacuerdo con el mundo.
González[1], el ángel menos dos alas[2],
te pediría una esquina de tu boca[3].

Yo ni eso te pido, 
me conformo con un recoveco en tu memoria.
Un vistazo atrás de vez en cuando,
y que a ratos me extrañes a tu lado.


[1] Referencia al poeta Ángel González. (1925-2008)
[2] Canción de Joaquín Sabina dedicada al poeta. “Menos dos alas”
[3] Verso del poema “Siempre que quieras” de Ángel González.

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